lunes, 1 de octubre de 2007

Trasnacionalismos/ Sosa

DIÁLOGOS Y DISCURSOS IDENTITARIOS NACIONALES EN LOS INMIGRANTES URUGUAYOS DE PORTO ALEGRE

Ana María Sosa[1]

“mi identidad te digo que yo soy uruguaya hasta la muerte,

como dice la canción: ‘oriental en la vida y en la muerte también’”[2]

El presente artículo refiere a un estudio sobre inmigrantes uruguayos en Porto Alegre, se trata de una inmigración “reciente”, entendida como proceso que aún continúa, que tiene su propia dinámica y ritmos (temporales y espaciales), que debe ser apoyado y concebido interdisciplinariamente; y, a la vez, este fenómeno deberá ser entendido como parte de las migraciones que están ocurriendo hoy en el mundo, fenómeno especialmente agravado en los países latinoamericanos.

Este estudio se centró en la construcción y uso de fuentes orales, es decir entrevistas realizadas en su mayoría por la autora a uruguayos que residen en Porto Alegre por más de 20 años. Igualmente auxiliaron otras fuentes que permitieron contrastar, ampliar, enriquecer o cubrir vacíos de las fuentes orales que se tenían.

La Historia Oral supone una recuperación sistemática de la memoria creando un corpus documental constituido por un conjunto de relatos, en este caso, experiencias de inmigrantes uruguayos que no siempre pueden encontrarse en otro tipo de documentos. O mismo que existiendo otros documentos serían insuficientes para los propósitos de esta investigación.

De este modo se asume la importancia que la oralidad tiene para construir objetos de investigación, reivindicar el uso de la historia oral no solo para la Historia, sino también como posibilidad de promover el trabajo interdisciplinario, contrastar y combinar las fuentes obtenidas con otros tipos de fuentes a fin de dar fidelidad o veracidad a las mismas, a la vez que incrementarlas o profundizarlas.

La Historia Oral investiga “la memoria de individuos como un desafío a esa memoria concentrada en manos restrictas y profesionales. [Entendiendo] la memoria no apenas como preservación de la información, sino también como señal de lucha y como proceso en andamiento. Encaramos la memoria como un hecho de la historia; memoria no apenas como un lugar donde uno “recuerda” la historia, sino memoria ‘como’ historia”.[3]

Igualmente, la Historia Oral brinda la posibilidad de construir archivos, como recurso para que la memoria no sea olvidada, permite el registro de experiencias de personas “comunes”. Como afirma Paul Thompson, “una vez que la experiencia de vida de las personas de todo tipo pueda ser utilizada como materia prima, la historia gana nueva dimensión”.[4]

A través de la oralidad el historiador puede producir un texto-documento, que siempre precisa ser analizado[5]. La Historia Oral se revitaliza a través de un trabajo sistemático de recuperación y registro de la memoria, da cuenta de la diversidad temática, posibilitando investigar grupos humanos cuya experiencia no está registrada en documentación oficial[6].

A pesar de ello es importante que continuemos “insistiendo asimismo en el hecho de que la memoria es un proceso, algo que esta ocurriendo ahora, de lo cual todos participamos”.[7] Nos basamos en las afirmaciones de Halbwachs, especialmente en los tres puntos siguientes: la superioridad de lo social sobre lo individual, la memoria social construida a partir de la memoria colectiva, la memoria colectiva localizada en determinado espacio donde se forma y se transforma. Para comprender esta “formación” de la memoria colectiva es necesario observar la significación que adquiere al ser compartida por un determinado grupo, hasta formar parte de la memoria individual, interviniendo, en el medio, muchas veces, la memoria pública.[8]

Estas formas de memoria no siempre se presentan claramente delimitadas o definidas, reconocerlas y entender esos cruzamientos dependerá de un profundo y cuidadoso análisis donde se entrecruza por un lado “la vida concreta, la existencia, aquello que singulariza al sujeto, su trayectoria personal” y por otro, una infinidad de nexos y símbolos en los que esta inmerso el sujeto, “cuya influencia es mediada culturalmente”. Por lo tanto en las diferentes narrativas “hay dos vectores a ser percibidos: el vector de lo vivido personalmente y aquel relacionado a la memoria colectiva que, construida sobre vivencias comunes, adquiere sentidos y reorganiza las temporalidades”[9].

“La memoria de una persona está siempre vinculada a la memoria del grupo, es esta la esfera mayor de la memoria colectiva de la sociedad, o sea, memoria tratada como ‘fenómeno social’”.[10] Para ello será fundamental buscar elementos en otras áreas como el de la Psicología Social a fin de comprender las cuestiones que giran en torno a la construcción y expresión de la memoria.

Le Goff entiende a la memoria como presupuesto de identidad: “... la memoria es un elemento esencial de lo que se acostumbra llamar identidad, individual o colectiva, cuya búsqueda es una de las actividades fundamentales de los individuos y de las sociedades”[11].

“La memoria es siempre ‘presente’ y lo que en ella queda del pasado son ‘vestigios’, ‘improntas’ que cambian con el tiempo (en sus detalles, en su sentido): esto significa que para la memoria el pasado no es una etapa clausurada sino que permanece como una forma de lo actual. Es un ‘pasado’ que solo se manifiesta como tal en el presente y esto es lo que, en la dimensión de la memoria, el pasado sea ‘móvil’ y cambie cuando el presente lo hace”[12].

“El uso del pasado que es objeto de la memoria se estructura esencialmente en un juego de recuerdos y olvidos, y la historia de la memoria es el repaso de las sucesivas negociaciones de unos y otros. Esto no supone el ‘olvido’ en el sentido habitual de ‘falta de recuerdos’ (por el contrario, hablamos de un olvido que ‘forma parte de la memoria’), sino la modificación de los acentos: así hay hechos que en determinada época parecían ‘importantes’ porque constituían el sentido del relato, que luego dejan lugar a otros que reaparecen (se ‘recuerdan’) transformados en relevantes para ‘comprender’ el pasado”[13].

La Historia Oral trabajará con esta memoria de una manera especial, cuando el investigador es quien realiza la entrevista, construye la fuente, es capaz de percibir algunos “olvidos” voluntarios, la autocensura, el desvío del relato, tiene la posibilidad de intervenir, reformulando una pregunta, sugiriendo asuntos, insistiendo en determinados puntos, algo que solo este tipo de fuente posibilita. En este sentido se aprecia la riqueza y dimensión del trabajo con estas fuentes tan especiales, se interactúa de una manera diferente con el protagonista de la historia, cuya narrativa construirá luego la historia, del historiador.

“La historia oral y las historias de vida toman su fuerza [a partir] del hecho de acomodar la singularidad de su experiencia individual y ofrecer una alternativa a las ciencias comportamentales que son impotentes, en sus esfuerzos de generalización, para lidiar con la inmensa variedad de experiencias [humanas]”.[14]

Existen diferentes maneras de representar otros mundos, el que fue dejado atrás en el pasado y otro encontrado en el presente, y aun otro en que lo antiguo y lo nuevo están siendo negociados. “La historia de la experiencia es también un acto de imaginación y negociación creativa. Estos relatos transforman el pasado en presente y la memoria en realidad. Los entrevistados tienen dificultades en escapar de los límites de su ‘nosotros’ cultural”.[15]

Pero es ese “’nosotros’ cultural” el que nos va a dar a su vez la base para comprender el proceso como un todo, como una unidad temática que permitirá un análisis histórico y así ofrecer un sentido más amplio al período histórico que se estudiará.

Se trabaja desde el presupuesto de que son los actores (en este caso los inmigrantes uruguayos) quienes construyen su propia identidad y reformulan sus relaciones entre pasado y presente dejando en claro que la misma se realizará según las necesidades del presente y por lo tanto será dinámica, móvil, variable.

Finalmente, asumiendo que toda investigación es producto de un contexto histórico particular, e intenta de alguna manera dar respuesta a un problema social del presente, se buscó vincular este estudio a uno de los grandes problemas de las sociedades migrantes y en especial a la uruguaya: la “diáspora”.

El estudio se ocupó de un proceso migratorio “reciente” en Rio Grande do Sul, donde aún no contamos con suficientes estudios sobre el tema, pero al mismo tiempo, se está trabajando con una “realidad abierta”, inconclusa, que se está desarrollando, situada en un tiempo muy próximo, cuyos protagonistas aún existen y constituyen y transforman esa realidad.

El ser un proceso en andamiento nos lleva a buscar en las ideas de Roger Chartier la posibilidad que estos estudios presentan: “en la historia del tiempo presente, el investigador es contemporáneo de su objeto y divide con los que hacen la historia, sus actores, las mismas categorías y referencias. Así la falta de distancia, al contrario de un inconveniente, puede ser un instrumento de auxilio importante para un mejor entendimiento de la realidad estudiada, ...”[16]

Es justamente esta posibilidad de compartir categorías, referencias y vivencias con el grupo, la que permitió una aproximación y un análisis a nuestro juicio con mayor profundidad.

La Historia Oral permite una instancia de diálogo, de interacción con los protagonistas de un proceso. Se desea entonces oír lo que tienen para decir estas personas, creando una posibilidad de expresar lo que vivieron y así reconstruir su propia historia.

Se busca brindar un espacio donde los protagonistas mediante sus testimonios y relatos, narren sus experiencias, lo que permitirá reconstruir su propia historia en un plano individual y ofrecer en un sentido más amplio (en el plano colectivo) una comprensión de un proceso histórico. Entendiéndose que “son las personas que construyen su propia historia y pueden muy bien construir una narrativa de esa historia”.[17]

“A pesar de la unificación [cultural], las personas se agarran a sus propias culturas y costumbres. Parecen tener necesidad de su propia historia y de su propia cultura. Este sentimiento es especialmente fuerte entre migrantes que no abandonaron su viejo modo de vida para abrazar la cultura de masa. Al contrario muchos de ellos frecuentemente negocian incesantemente entre su propia cultura y la cultura regional de la sociedad que los acoge”[18].

Cómo es posible que en un mundo tan globalizado, interconectado, multi y pluri cultural –o étnico-, se pueda identificar y trabajar con un grupo de personas que se dicen, se muestran o se piensan, pertenecientes a una nación, es una tarea desafiante. Nación ésta que ha sido formulada y reformulada constantemente y que se sintetiza en relatos identitarios que no siempre son compartidos por los involucrados o que en sus propios relatos aparecen múltiples fases o dimensiones de los mismos.

Las naciones como construcciones históricas tienen para América Latina fechas específicas, esta elaboración impuesta o negociada sobre los regionalismos se traduce en una versión nacional de unidad, que inventa un pasado, explica el presente y construye el futuro. De este modo delinea un ethos que aparece fijo, como si siempre hubiese existido y se trasmite como una herencia que pertenece a todos. En realidad esta concepción oculta el carácter dinámico y de construcción continua que la identidad nacional tiene. En esta lógica se dan a ver imágenes, se explican discursos y se legitima acciones. La historia, la literatura, la política pasan a construir y legitimar los marcos de referencia identitaria, socializando el mito de los orígenes, identifica padres fundadores, héroes nacionales, conmemoraciones, etc[19].

Con estas situaciones históricas de construcción de las naciones y sus identidades, nos planteamos analizar la manera en que este proceso se da en Uruguay, recorriendo brevemente el proceso de construcción de la nación, a través de sus relatos fundantes, y los posteriores, identificando cuatro discursos identitarios, sus continuidades y rupturas, que en mayor o menor medida estarán presentes en las narrativas de nuestros entrevistados.

¿Qué es el Uruguay? Quiénes son los uruguayos? Si realizamos esta pregunta en el presente tendríamos respuestas claras, respuestas que se han ido construyendo en el transcurso del siglo XIX y primera mitad del XX. La primer pregunta se respondió con más rapidez pero llevó todo un proceso, de independencia, formulación y concreción territorial y jurídica del país –e incluso sufrió modificaciones en el transcurso del siglo de su independencia-. Ya la segunda necesitó de más “tiempo” para ser respondida, idas y vueltas, formulaciones y reformulaciones.

Al referirnos a inmigrantes uruguayos, debemos vincular la idea de Estado-Nación, y por ende la de identidad, en la medida en que estamos trabajando con un grupo étnico[20] que proviene de un Estado, que ha creado lazos, vínculos, relaciones simbólicas que los hace pertenecer a una Nación, y por lo tanto construir identificaciones, identidad/es, que lo separan y nos permite diferenciarlo como un grupo dentro de otro/s, es decir, dentro de otra sociedad que los acoge y que posee asimismo sus características identitarias propias.

Una cultura nacional se forma en diversos espacios: los cotidianos, los del conflicto y consenso social, y crean así “geografías imaginadas” que sobrepasan los estrictos límites territoriales, conformando los diferentes aspectos de la Nación, ésta entendida como comunidades políticas ‘imaginadas’[21] que se caracterizan por la manera en que sus integrantes logran concebirlas como tales.

Esa forma compartida de pensar, imaginar y realizar representaciones, son elaboraciones permanentes, en la que existen múltiples miradas que conviven e interactúan. Esto dificulta establecer una identidad de manera clara, al mismo tiempo que se ve enriquecida por el dinamismo que estas elaboraciones y expresiones tienen.

Es preciso destacar algunos elementos característicos del Estado uruguayo, entendiéndolo especialmente como espacio o zona de frontera. Denominado en tiempos coloniales la Banda Oriental es una frontera abierta, lugar de tráfico donde el tránsito y la convivencia estuvo sometida a los diferentes conflictos políticos. Es un espacio con una dinámica propia donde se produjo un proceso de construcción estatal que quedó inacabado en sus primeros años de vida independiente, y esto fue intencionalmente oculto en los discursos nacionalistas. Se creó un estado sin límites en un territorio que era línea divisoria y a su vez zona de demarcación de dos imperios (el español y el lusitano), determinando así una necesidad de establecer el “dentro-fuera”, qué pertenece y qué no, esto acompañó la historia del estado uruguayo durante todo el siglo XIX y parte del XX.

La Banda Oriental no sólo tenía límites políticos poco claros, sino que carecía de una población que pudiera distinguirse por alguna especificidad étnica, religiosa, lingüística o cultural. Desde el punto de vista étnico, a lo largo del siglo XVIII se fue consolidando la misma mezcla de población europea, gaucha, india y africana que podía encontrarse en amplias zonas de lo que hoy es Argentina [y agregaríamos también Rio Grande do Sul]. La etnia indígena dominante en términos cuantitativos y culturales fue la guaraní (especialmente tras la destrucción de las Misiones Jesuíticas), lo que implicaba un importante punto en común con Paraguay. En el terreno religioso, y al igual que ocurría en el resto de la región, el catolicismo era la confesión casi monopólica. Desde el punto de vista lingüístico, si bien en Montevideo se hablaba mayoritariamente el castellano, a medida que se avanzaba hacia el norte se iba consolidando un fuerte fenómeno de fusión con el portugués. Algunos de los usos sociales más extendidos en la Banda (el predominio del caballo y el modo de emplearlo, el consumo regular del mate y el atuendo de la población rural), se encontraban igualmente difundidos en buena parte de lo que hoy es Argentina, Paraguay y el sur del Brasil”.[22]

Existían entonces escasas diferencias con la región que determinaron una historia y un proceso independentista muy interligados. Éste estuvo ligado al resto de las provincias de la actual Argentina, además de las luchas entre los imperios español y portugués, no olvidando los cinco años de ocupación luso-brasileña en el territorio de la banda. Pero en 1825, en una segunda fase del proceso, al producirse la Cruzada Libertadora, liderada por Juan Antonio Lavalleja se deja claramente explícito dos propósitos: independencia del Brasil y reintegración a las Provincias Unidas del Río de la Plata. Al ser reconocida la adhesión de la Provincia Oriental al resto de las Provincias Unidas, Brasil entra en una guerra por el dominio del territorio que sólo acabará el 27 de agosto de 1828 con la firma de la Convención Preliminar de Paz en Río de Janeiro. Pero fue recién una vez que quedó redactada la primera constitución el 18 de julio de 1830 cuando los uruguayos u orientales -que era la manera como se denominaban a sí mismos- comienzan a gobernarse como país independiente.

“Desde los inicios de su historia la comunidad definió rápidamente sus diferencias con españoles y portugueses, pero le resultó muy difícil discriminar sus peculiaridades en el marco de la región por los intrincados lazos sociales que perduraron hasta mucho tiempo después de la independencia política [...]. Demoró la coincidencia de los límites de la ‘nación’ con las fronteras del ‘territorio nacional’; esto es la amortiguación de las diferencias entre los partidos (transformadas ahora en ‘internas’) para reforzar las que lo separan de los países vecinos. Recién entonces el ‘otro’ del relato pasó a ser el gobierno vecino y no el rival político y lo que era ‘la ayuda de gobiernos amigos’ empezó a ser visto como ‘una intervención’ para aprovecharse de ‘nuestras’ divergencias”.[23]

El Uruguay nace a la vida independiente como una unidad política por edificar, como un “Uruguay sin uruguayos”, teniendo que construir un sentido de pertenencia sobre una “artificialidad”, lo cual se agravó por dos factores: conflictos y enfrentamientos civiles constantes y la llegada sistemática de fuertes corrientes migratorias. Se hizo necesaria la construcción de un relato fundacional que diera sentido al ser uruguayo, este relato comienza a ser construido a fines del siglo XIX con una “interpretación oficial” del proceso independentista, y tendrá su síntesis en el Centenario de la independencia.

Si bien todos los historiadores coinciden en que fue éste el relato que más perduró, aunque con sus diálogos y dinamismo propio de cualquier discurso, también existieron otros; lo que nos lleva a identificar la existencia de cuatro modelos identitarios, que corresponden a cuatro discursos o relatos de nación que han recorrido la historia del Uruguay en los últimos 150 años. Los mismos no son necesariamente contradictorios, ni estrictamente complementarios, sino que se fueron articulando a lo largo de este proceso y serán transmitidos y adoptados por la población. Es evidente que en una misma persona entrevistada puede aparecer uno o varios relatos identitarios, esto no invalida el testimonio del individuo, sino al contrario, permite afirmar el carácter dinámico y de reformulación continua que posee la identidad, al mismo tiempo que establece su presente personal vinculado a las vicisitudes que determinaron su salida del país.

El discurso homogeinizador: la síntesis entre el nativismo y el cosmopolitismo.

Es este discurso el que definitivamente logrará “dar” una identidad nacional al país, será estructurado desde el poder, podríamos decir “desde arriba”, con clara intención de imponerse, coincidiendo con la consolidación del estado republicano y un proceso democratizador que tenía “entre sus objetivos políticos la formación de la ciudadanía según un modelo único que pretendía incluir al conjunto de los sectores de la sociedad. Se buscaba comprometer a los habitantes –ya fueran nacidos dentro o fuera del país, de los sectores más pobres del medio rural y urbano hasta la elite ganadera e industrial consolidada o emergente- en un proyecto de modernización del Uruguay que pretendía trascender el modelo agroexportador para su desarrollo e inserción internacional. Al mismo tiempo, se esperaba ese consenso para sostener el sistema político y erradicar la amenaza de la guerra civil”.[24]

Esto permitió “la consolidación de un imaginario social que estuviera en condiciones de ‘anclar’ efectivamente varios referentes culturales e institucionales para el conjunto de los uruguayos. [...] [De este modo] desde el Estado pudo expandirse un modelo endoinetgrador de base uniformizante, sustentado en una propuesta oficial que privilegiaba nítidamente la meta del ‘crisol de identidades’ sobre un eventual intento de armonizar lo diverso desde el respeto de las tradiciones preexistentes”.[25]

La implantación de este modelo identitario, que transita entre el nativismo y el cosmpolitismo, muchas veces se enfrentó en arduas discusiones. El primero se mostraba como la “verdadera” identidad de los orientales, la “auténtica”, la que identificaba a los “criollos”, sus costumbres y valores “típicos”, reivindicaba el hombre de campo, el “gaucho”, y se oponía –con rasgos xenófogos- al segundo, que representaba al inmigrante, sus costumbres e ideas que lo amenazaban. Al mismo tiempo la sociedad precisaba reestablecer sus vínculos con el pasado, “reinventando” tradiciones, en este sentido “la reinvención de la tradición gauchesca puede verse como un intento por recomponer una identidad que [se] consideraba como primordial”.[26]

La literatura contribuyó enormemente a la creación de este relato fundante, pero se vio acompañada además de todas las manifestaciones artísticas: la escultura, la pintura, la música y la danza también siguieron estos pasos.

Esta “homogeneidad” de la ciudadanía, en el que se reafirmaba el carácter y origen europeo de sus componentes “se basaba en la consideración de la propia formación de la sociedad ‘criolla’ colonial española, así como en el lugar de origen de la mayor parte de la población inmigrante”; [lo cual] también se reforzaba en la afirmación de la ‘extinción’ temprana de la población indígena, y en el ‘exiguo’ número de ‘elementos’ de otras ‘razas’, de acuerdo con la terminología frecuente de la época”[27]. Este relato dejó “fuera” a diversos grupos sociales, haciendo prevalecer una visión estereotipada de la sociedad y su cultura callando a otros grupos que luego se harán sentir.

Este discurso que transita entre la excepcionalidad y la importancia que la educación tuvo para trasmitirla así como elemento distintivo de los uruguayos frente a los brasileros, se ejemplifica en el relato de varios entrevistados, especialmente en aquellos en los que el Uruguay se mantiene como imagen “estática” de un Estado más atento al bienestar de su población. Estado éste que hace mucho dejó de existir. Es un Uruguay que parece haber quedado “parado” en el tiempo, corresponde a una imagen de dos entrevistados que insisten en recordarlo como un país único, que brinda u ofreció posibilidades que aquí no tienen. El Uruguay aparece hoy en sus memorias como un país diferente al resto de los países latinoamericanos, especialmente Brasil, en la medida que ofrece cosas que éste no tiene; olvidando o dejando fuera las dificultades que los llevaron a salir del país o las oportunidades que Uruguay no dio como para atraerlos nuevamente, es decir sus crisis y dificultades.

El discurso crítico y de crisis de los ’60: la aproximación a latinoamérica.

Una contestación al discurso de la excepcionalidad, vigente hasta la década de 1950 –aunque no haya desaparecido totalmente, fue por lo menos cuestionado-, esta vez “desde abajo”, como respuesta a los primeros efectos de la crisis económica de 1955 que se agravarán a lo largo de los ‘60. Diferentes sectores sociales se movilizan y se hacen presente denunciando la incesante intervención norteamericana, la desigualdad social, entre otros múltiples problemas del país, demostrando que el modelo de la “ciudadanía homogénea” ya no tenía cabida.

Será este período el que prepara la gran salida de uruguayos al exterior, los del exilio (político o económico), dentro de los que se encuentran nuestros entrevistados.

Comienza una época de críticas fuertes a la dependencia económica del país y de un compromiso con el resto del continente, donde el Uruguay debía dejar de darle la espalda e integrarse definitivamente. Se creó así un proyecto de liberación que incluía toda América Latina en una construcción mítica de “Patria Grande” de acuerdo a los sueños de Bolívar y Artigas. Si bien esta posición fue minoritaria en ese momento, intentó llegar al público por diferentes vías que denunciaban los cambios negativos que estaba sufriendo el Uruguay, y así crear las bases de un nuevo concepto de “patria”, inclusivo para todos los ciudadanos corrigiendo las injusticias y logrando la equidad social.

Nuevamente la literatura y otras manifestaciones artísticas, especialmente la música, con el apogeo del canto popular que “resignificó los ritmos del folklore regional otorgándole a las letras un contenido social, e incorporó el candombe como propios del conjunto de la sociedad”[28] acompañaron este proceso de construcción identitaria.

“El país próspero que miraba hacia Europa despreciaba lo que hoy parecería detectarse como su condición latinoamericana. El pasado inmigrante es, por su parte, otro sustento importante de esa articulación del país con el mundo que ha contribuido a crear los orgullos actuales de ‘ser uruguayo’: la cultura, los teatros, la ciudad, esa forma de ser. [...] Esta tensión entre ‘destino latinoamericano’ y ‘matriz europea’ se manifiesta en que, al mismo tiempo se reconoce la realidad del país como latinoamericana, se admiran los modelos europeos, la herencia inmigrante y también diferentes países de Latinoamérica”[29].

Simultáneamente se acentuaba una fragmentación social en la medida en que coexistían diferentes conceptos de “patria”, o sea, diversas formas de entender la identidad uruguaya. Se hace cada vez más evidente los factores de exclusión que alcanzaban ya a más sectores de la población como la pobreza, la desigualdad de acceso a la educación, salud, vivienda, los mismos tenían para unos solución por la vía revolucionaria, para otros la vía democrática, o sea la “izquierda legal” que representaba un peligro “capaz de lograr el triunfo electoral en las elecciones de 1976”.[30]

Por lo tanto si bien este discurso tuvo dificultades para establecerse, unos años más tarde, en los ’90 salen a la luz en contestación a lo que la dictadura trajo (tanto como discurso identitario, como en sus consecuencias socio-económicas negativas). De este modo es posible observar la influencia, aunque no inmediata de elementos que este discurso de carácter revisionista había denunciado en los ‘60.

En los relatos de los inmigrantes uruguayos este discurso es uno de los que más prevalece, especialmente en aquellos que pertenecen a asociaciones de uruguayos o tienen una participación política relacionada con Uruguay desde aquí. En algunos casos se vincula la utopía y proyectos políticos defendidos durante muchos años, a la emoción presente de ver que se pueden concretar, que están próximos y “vivos”, por ser un momento especial de la historia del país debido al acceso por primera vez de un gobierno de izquierda.

Nuevamente el diálogo entre presente y pasado, un presente que se lo relaciona con la vinculación del Uruguay en el Mercosur, pero que toma elementos del pasado (los años ’60), en este caso un pasado que representa años de juventud y el clima estudiantil de esa época. Aunque aparentemente contradictorias, estas imágenes dialogan y son traídas al presente porque se piensan y se sienten.

El discurso autoritario: la exclusión para conformar la “orientalidad”.

Un nuevo discurso se impone, ahora “desde arriba”, desde el poder, esta vez con un claro afán autoritario y excluyente de cualquier otro. Se presentó en respuesta a la fractura del orden social de mediados de los ’60 e inicio de los ’70 y trajo consigo la implantación de un modelo económico neo-liberal que se realizó por la vía autoritaria profundizando la represión en todos los niveles.

El gobierno dictatorial pasa a asumir la representación y apropiación de la identidad nacional pero ya no de manera inclusiva sino a través de un discurso de exclusión. En este discurso se catalogaba a toda la disidencia política como correspondiente a pensamientos y acciones “foráneas”, o “apátridas”. “La ‘defensa de la nación’ procuró identificar, aislar y erradicar en el conjunto de la ciudadanía a aquellos sectores que con una voluntad expresa de transformación social pusieron en cuestión a la sociedad y a las incongruencias e hipocresía subyacentes en el modelo de identidad uruguaya que le era inherente. Se les calificó como el ‘enemigo interno’, la ‘sedición’ y la ‘subversión’, las ‘organizaciones antinacionales’ en expresiones tempranas de la política de ‘seguridad nacional’”.[31]

De este modo la dictadura cívico militar que se estableció a partir de 1973 reafirmó un modelo de identidad uruguaya homogéneo y único pero excluyente: la “orientalidad”, dividiendo a los ciudadanos en dos categorías: “los buenos orientales” y los “enemigos de la nación”. Así toda disidencia significaba la “división” de la nación, lo que iba en contra de la concepción unitaria y totalitaria de la ciudadanía que se quería imponer.

Las Fuerzas Armadas sostenían: “la amenaza más grave contra el cuerpo de la Nación es el peligro de intrusión de ideologías extrañas a la mentalidad popular que, basándose en el poder, sea mental o económico, de sus adherentes, pretende propiciar y justificar la destrucción total de lo existente como precio de un mañana utópico bien definido. El pueblo debe entonces asumir las múltiples formas de tal clase de agresiones”. De esta manera se justificaba su intervención así como su “’misión’ en la reorganización estatal para el fortalecimiento de los mecanismos de protección de la sociedad constantemente amenazada”[32].

Otra vez, el uso de la memoria y la construcción del pasado son las herramientas utilizadas desde el poder para “crear” una identidad a través del “control” de la memoria. “Desde 1973 a 1985, la política de la amnesia impuesta por la dictadura intentó restaurar la monumentalidad de la memoria histórica, amenazada por entonces por el revisionismo histórico de izquierda”[33]. Este olvido “obligado”, forzó recuerdos, conmemoraciones, festividades históricas durante todo el período carentes de cualquier visión crítica, se “vaciaron” los contenidos “limpiando” la memoria, silenciándola intencionalmente.

Para todos nuestros entrevistados la visión del período como el “peor momento” es unánime, todos fueron víctimas directas o indirectas de sus consecuencias y repercusiones. No hay ningún testimonio que no se refiera en mayor o menor medida a este período, siendo que en casi todos los casos, lo que obligó a la salida de estos uruguayos radicados en Porto Alegre no fue el exilio político, sino el económico que este mismo provocó.

El discurso del miedo (o del “terrorismo de estado”) se instaló en todos los sectores de la población, la inseguridad, movilización y crisis social imperante se percibe en todos los testimonios con múltiples ejemplos, hasta quienes vinieron con poca edad tienen en sus memorias lo que sus padres le han trasmitido al respecto, y esto se ve reforzado en el presente, conectando en sus imágenes, acontecimientos vinculados a la “recuperación” de esa “memoria” silenciada durante la dictadura que el Uruguay está viviendo últimamente.

¿El discurso neo-liberal o la emergencia de un discurso que acepta la pluralidad?

En los últimos veinte años de vida democrática el país ha estado colmado de críticas a los modelos impuestos, tanto el de la excepcionalidad como el de la orientalidad excluyente. Si bien este último representa un quiebre traumático para la sociedad uruguaya, algunos autores sostienen que las políticas neo-liberales que se implementaron en la dictadura pero que continuaron en la reapertura democrática acentuaron la crisis cultural que el país ya experimentaba, con su consecuente crisis de identidad.

“Si la orientalidad y la uruguayidad representan la síntesis culturales más claramente diferenciables y conocidas de la nacionalidad uruguaya, la crisis del ‘Uruguay feliz’ ha generado un nuevo modelo nacional de identidad que se reconoce, entre la nostalgia y el escepticismo, como ‘el país gris’. [...] La expresión uruguaya de la crítica, asociada a la imagen social de apertura del proceso de construcción de la identidad colectiva, insinúa la posibilidad de la crisis, de la revisión y del cambio, aunque también enseña la lección del desencantamiento, produciendo una sensación colectiva de inseguridad que demanda permanentemente el acuerdo racional para fundamentar, en el marco legal de la asociación política, una convivencia de referencia nacional”[34].

Es esta crisis de los “mitos” fundantes de la nacionalidad que otra vez son puestos en tela de juicio, poniendo “la cuestión de la memoria precisamente en el centro de la problemática nacional”[35]. Surge así “la idea de que es posible construir un nuevo modelo de identidad ‘con muchas voces’”[36], respetando la heterogeneidad cultural. Se constata un nuevo diálogo de reformulación identitaria, que en Porto Alegre se hace intenso por la proximidad geográfica y de comunicación permanente que la misma facilita.

Con todo esto nos cabe preguntarnos qué prevalece: ¿el discurso neo-liberal o la emergencia de un discurso que acepta la pluralidad? Como esta construcción es la que se viene produciendo en los últimos años aún no queda clara su respuesta.

La crisis económica actual intensifica el proceso migratorio, aproximadamente unas 500 mil personas abandonaron el país entre 1968 y 2002, “cifra equivalente al 15,52% de la población estimada en 2004”[37], que resulta mayor proyectada al presente y más aún si se le agrega los hijos de uruguayos nacidos en el exterior. Es este fenómeno que ha ganado el nombre de “diáspora”, agudizando aún más los problemas económicos y sociales que la misma conlleva. Tanto los uruguayos de “dentro” como los de “fuera” se preocupan por esta situación y contribuyen a su modo a dar respuestas[38]. Muchas de estas respuestas son el lazo o unión que los uruguayos como grupo mantienen en general con el país. Este diálogo o comunicación tiene una fluidez particular en el caso de los uruguayos en Porto Alegre, o Rio Grande do Sul en general, la proximidad geográfica permite una comunicación permanente, una interacción facilitada no solo por los avances en las comunicaciones sino por la posibilidad de ir al país de origen de forma rápida y económica si se la compara con uruguayos en otras partes más lejanas y la frecuencia en las visitas (sea por ir o por recibirlas aquí). Estos factores permiten un diálogo permanente, al mismo tiempo que se hace difícil establecer esas “fronteras” identitarias al ser una inmigración geográfica y culturalmente muy próxima. Es este un ejemplo claro de esa permeabilidad de las fronteras, no solo en su sentido físico o geográfico tradicional, sino en un sentido cultural, más amplio, muy difícil de ser delimitado, pero que en todo caso nos habla de movimiento, cambios, reformulaciones identitarias continuas que adquieren en este caso una intensidad especial. En definitiva un diálogo continuo entre presente y pasado, entre el aquí-ahora, y el entonces-allá.

Porque es así, guardamos una memoria de una época,

de las cosas que hacías en aquella época

y claro que el país está evolucionando, se está moviendo,

está avanzando o no, no se si es avance o en fin, el país está vivo, no?[39]

Bibliografía

ANDERSON, Benedict. “Introdução”. In: BALAKRSHNAN, Gopal. Un mapa da questão nacional. Contraponto Ed. Rio de Janeiro. 2000.

BHABHA, Homi K. O local da cultura. Belo Horizonte: Editora de la UFMG, 1998.

BONASSI, Margherita. Canta, América sem fronteiras!: imigrantes latinoamericanos no Brasil. São Paulo: Edições Loyola, 2000.

BONFANTI, Daniele. “Población y territorio: familia, migración y urbanización”. In: FREGA, Ana (et. all.) Historia del Uruguay en el Siglo XX (1890-2005). Montevideo. Departamento de Historia del Uruguay de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. UDELAR, 2006.

BROQUETAS, Magdalena San Martín. “Liberalización económica, dictadura y resistencia (1965-1985)”. In: FREGA, Ana (et. all.) Historia del Uruguay en el Siglo XX (1890-2005). Montevideo. Departamento de Historia del Uruguay de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. UDELAR, 2006.

CAETANO, Gerardo y ALFARO, Milita. Historia del Uruguay Contemporáneo. Materiales para el debate. Montevideo: FCU-ICP, 1995.

CAETANO, Gerardo y RILLA, José. Historia Contemporánea del Uruguay. De la Colonia al Siglo XXI. Montevideo, Fin de Siglo, 2005.

_____________________________ Breve historia de la dictadura. Montevideo: CLAEH, 1987.

CONSTANTINO, Nuncia Santoro de. “Italiani a Porto Alegre: l’invenzione di una identita”. Altreitalie, 25. 2002.

___________________________. “Pesquisa Histórica e Análise de conteúdo: pertinência e possiblidades”. Estudos Ibero-Americanos. Porto Alegre: PUCRS v. XXVIII, n. 1, junho 2002.

___________________________. “Teoría da História e Reabilitação da oralidad: convergência de um processo”. In: ABARHAO, Ma. Helena Menna Barreto. A aventura (Auto) Biográfica: teoria e empíria. Porto Alegre: EDIPUCRS, 2004.

___________________________. Caixas no porão: voces, imagens, historias. Porto Alegre: BIBLOS. 2004.

___________________________. O italiano da esquina: meridionais na sociedade portoalegrense e permanência da identidade entre moraneses. Sao Paulo, 1990. Tese de Doutorado em História Universidade de Sao Paulo.

CONZEN, Kathleen. “The invention of Ethnicity: una lettura americana”. In: Alteridade 3. Italia. Abril, 1990.

COSSE, Isabela y MARKARIÁN, Vania. Memorias de la Historia. Una aproximación al estudio de la conciencia histórica nacional. Montevideo, Trilce, 1994.

DAMATTA, Roberto. “Nação y Região: em torno do significado cultural de uma permanente dualidade brasileira”. In: Schuler, F. &. Bordini M. (org.). Cultura e Identidade Regional. Porto Alegre: EDIPUCRS, 2004.

DEMASI, Carlos. La lucha por el pasado. Historia y nación en Uruguay (1920-1930). Montevideo, Trilce. 2004.

DEPARTAMENTO DE HISTORIA DEL URUGUAY. “La crisis de la democracia neoliberal y la opción por la izquierda. 1985-2005”. In: FREGA, Ana (et. all.) Historia del Uruguay en el Siglo XX (1890-2005). Montevideo. Departamento de Historia del Uruguay de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. UDELAR, 2006.

FERREIRA, Marieta de Morais. “História Oral: um inventario das diferenças”. In: FERREIRA, Marieta de Morais (coord.). Entre-vistas: abordagens e usos da História Oral. R. de Janeiro: Fundação Getulio Vargas, 1994.

FERREIRA, Marieta de Morais & AMADO, Janaina (org.) Usos e abusos da História Oral. Rio de Janeiro: Fundacao Getulio Vargas, 1996.

FREGA, Ana e ISLAS, Adriana. “Identidades uruguayas: del mito de la sociedad homogénea al reconocimiento de la pluralidad”. In: FREGA, Ana (et. all.) Historia del Uruguay en el Siglo XX (1890-2005). Montevideo. Departamento de Historia del Uruguay de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. UDELAR, 2006.

GAUER, Ruth M. Chittó. “Interrogando o limite entre historicidade e identidade”. In: A qualidade do tempo: para além das aparências históricas. Gauer, Ruth M. Chittó (org.). Rio de Janeiro: Ed. Lumen Juris, 2004.

GEERTZ, Clifford. Nova luz sobre a Antropología. R. de Janeiro: Jorge Zahar Editor, 2001.

GONZÁLEZ, Carolina. La construcción de la identidad uruguaya. Montevideo, Taurus. 2001.

HALL, Stuart. A identidade cultural na pós-Modernidade. Rio de Janeiro: DP&A Ed., 1997.

JACOB, Raúl. Cruzando la frontera. Montevideo, Graphis Ltda. 2004.

JOUTART, Philippe. “La Historia Oral”. In: Historia, Antropología y Fuentes Orales. Barcelona, n. 15, 1996.

LEYDESDORFF, Selma. Desafios do Transculturalismo. In: FERREIRA, Marieta de Moraes . Historia Oral: desafios para o seculo XXI. Editora Fiocruz. 2000.

PADRÓS, Enrique Serra. Como el Uruguay no hay... Terror de Estado e Seguranca Nacional, Uruguay (1968-1985): do Pachecato a Ditadura Civil-Militar. Porto Alegre, 2005. Tese de Doutorado em Historia. Universidade Federal do Rio Grande do Sul.

PESAVENTO, Sandra Jatahy. “Além das Fronteiras”. In: MARTINS, Ma. Helena (org.). Fronteras Culturales. Brasil-Uruguay-Argentina. Porto Alegre: Atelié Editorial, 2002.

PESAVENTO, Sandra Jatahy (org.). “Nacao e regiao: diálogos do ‘mesmo’ e do ‘outro’ (Brasil e Rio Grande do Sul, século XIX)” História Cultural. Experiencias de pesquisa. Porto Alegre: Editora da URFGS, 2003.

PORTELLI, Alessandro. “Memória e diálogo: desafios da historia oral para a ideología do Século XXI”. In: FERREIRA, Marieta de Moraes. Historia Oral: desafios para o século XXI. Editora Fiocruz. 2000.

POUTIGNAT, P & STREIFF-FENART, J. Teorías da Etnicidade, seguido de Grupos Étnicos e suas Fronteiras de Fredrik Barth. Sao Paulo, UNESP, 1998.

SEYFERTH, Giralda. “Etnicidade e cultura. A constituicão da identidade teuto-brasileria. In: ZARUR, George (org.). Etnia y Nación en América Latina. V. II. Centro Editorial de la OEA, 1996.

_________, Giralda, “As identidades dos imigrantes e o melting pot nacional”. In: Horizontes Antropológicos, Porto Alegre, ano 6, No. 14, nov. 2000.

SILVA, Mozart Linhares da. “Educação Intercultural, narrativas identitárias e alteridade: problematizações. IN: GAUER, Ruth M. Chitto (org.). A qualidade do tempo: para além das aparências históricas. Rio de Janeiro: Ed. Lumen Juris, 2004.

SILVEIRA, Pablo da. “La nacionalidad uruguaya como problema. Entre Habermas y San Agustín”. In: GONZÁLEZ, Francisco Colom (ed.). Relatos de Nación. La construcción de las identidades nacionales en el mundo hispánico. Vol. II. Madrid: Ed. Iberoamericana, 2005.

SOUZA, Carla Monteiro de. Do Chui ao Oiapoque: migrações de gaúchos para Roraima. Porto Alegre, 1997. Dissertação de Mestrado em PUCRS..

THOMPSON, Paul. A voz do Passado. Rio de Janeiro: Paz e Terra, 1992.

TRIGO, Abril. Memorias migrantes. Testimonios y ensayos sobre la diáspora uruguaya. Montevideo, Trilce. 2004.



[1] Doutoranda do Programa de Pós-Graduação em Historia das Sociedades Iberoamericanas da PUCRS. Email: anasosagonzalez@gmail.com

[2] Entrevista de Marisa Méndez. Mayo de 2006.

[3] PORTELLI, Alessandro. “Memória e diálogo: desafíos da historia oral para a ideología do Século XXI”. In: FERREIRA, Marieta de Moraes . Historia Oral: desafios para o século XXI. Editora Fiocruz. 2000. p. 69.

[4] THOMPSON, Paul. A voz do Passado. Rio de Janeiro: Paz e Terra, 1992. p. 25

[5] CONSTANTINO, Nuncia Santoro de. “Pesquisa Histórica e Análise de conteúdo: pertinência e possiblidades”. Estudos Ibero-Americanos. Porto Alegre: PUCRS v. XXVIII, n. 1, junho 2002.

[6] CONSTANTINO, Nuncia Santoro de. Caixas no porão: voces, imagens, historias. Porto Alegre: BIBLOS. 2004. pag. 31.

[7] PORTELLI. Ob. cit. p. 69

[8] CONSTANTINO, Nuncia Santoro de. “Teória da Historia e Reabilitação da oralidad: convergência de um processo”. In: ABARHAO, Ma. Helena Menna Barreto. A aventura (Auto) Biográfica: teoria e empíria. Porto Alegre: EDIPUCRS, 2004. p. 55-56

[9] CONSTANTINO, Nuncia Santoro de. “Teória da Historia e Reabilitação da oralidad: convergência de um processo”. In: ABARHAO, Ma. Helena Menna Barreto. A aventura (Auto) Biográfica: teoria e empíria. Porto Alegre: EDIPUCRS, 2004. p. 57.

[10] SOUZA, Carla Monteiro de. Do Chui ao Oiapoque: migrações de gaúchos para Roraima. Porto Alegre, 1997. Dissertação de Mestrado em PUCRS, p. 17. Refiriéndose la autora a los trabajos de Eclea Bosi en su libro Memoria y Sociedad.

[11] ROMANO, Ruggiero (dir) Memoria-Historia Porto, Inova/Imprensa Nacional, Casa da Moeda, 1985. vol. I. In: CONSTANTINO, Nuncia Santoro de. O italiano da esquina: meridionais na sociedade portoalegrense e permanência da identidade entre moraneses. Sao Paulo, 1990. Tese de Doutorado em História Universidade de Sao Paulo. pag. 320.

[12] DEMASI, Carlos. La lucha por el pasado. Historia y nación en Uruguay (1920-1930). Montevideo, Trilce. 2004. pag. 10.

[13] DEMASI, Carlos. Ob. Cit. pag. 10.

[14] LEYDESDORFF, Selma. Desafios do Transculturalismo. In: Ferreira, Marieta de Moraes . Historia Oral: desafios para o Século XXI. Editora Fiocruz. 2000. p. 75-76.

[15] Idem. Ob. cit. p. 79.

[16] FERREIRA, Marieta de Morais & AMADO, Janaina (org.) Usos e abusos da Historia Oral. Rio de Janeiro: Fundacao Getulio Vargas, 1996. p. xxiv.

[17] CONSTANTINO, Nuncia Santoro de. “Teoría da Historia e Reabilitação da oralidad: convergência de um processo”. In: ABARHAO, Ma. Helena Menna Barreto. A aventura (Auto) Biográfica: teoría e empíria. Porto Alegre: EDIPUCRS, 2004. p. 72.

[18] LEYDESDORFF, Selma. Ob. cit. p. 82.

[19] PESAVENTO, Sandra Jatahy. “Além das Fronteiras”. In: MARTINS, Ma. Helena (org.). Fronteras Culturales. Brasil-Uruguay-Argentina. Porto Alegre: Atelié Editorial, 2002. pag. 211.

[20] En base a la definición propuesta por SEYFERTH, Giralda. “Etnicidade e cultura. A constituição da identidade teuto-brasileira. In: ZARUR, George (org.). Etnia y Nación en América Latina. V. II. Centro Editorial de la OEA, 1996. pgs. 18 y 19.

[21] En el sentido que lo trabaja ANDERSON, Benedict. Comunidades imaginadas. México: FCE, 1993.

[22] SILVEIRA, Pablo da. “La nacionalidad uruguaya como problema. Entre Habermas y San Agustín”. In: GONZÁLEZ, Francisco Colom (ed.). Relatos de Nación. La construcción de las identidades nacionales en el mundo hispánico. Vol. II. Madrid: Ed. Iberoamericana, 2005. pag. 916.

[23] DEMASI, Carlos. Ob. Cit. pag. 13.

[24] FREGA, A. e ISLAS, A. “Identidades uruguayas: del mito de la sociedad homogénea al reconocimiento de la pluralidad”. In: FREGA, Ana (et. all.) Historia del Uruguay en el Siglo XX (1890-2005). Montevideo. Dto. de Historia del Uruguay de la Fac. de Humanidades y Ciencias de la Educación. UDELAR, 2006. pags. 230 y 231.

[25] CAETANO, Gerardo (dir.). Los uruguayos del Centenario. Nación, ciudadanía, religión y educación (1910-1930). Montevideo, Taurus, 2000. pag. 9.

[26] DEMASI, Carlos. Ob. Cit. pag. 57.

[27] FREGA, A. e ISLAS, A. Ob. Cit. pag. 233.

[28] FREGA, A. e ISLAS, A. Ob. Cit. pag. 239.

[29] COSSE, I y MARKARIÁN, V. Memorias de la Historia. Una aproximación al estudio de la conciencia histórica nacional. Montevideo, Trilce, 1994.

[30] BROQUETAS, Magdalena. “Liberalización económica, dictadura y resistencia (1966-1985). In: FREGA, Ana (et. all.) Historia del Uruguay en el Siglo XX (1890-2005). Montevideo. Dto. de Historia del Uruguay de la Fac. de Humanidades y Ciencias de la Educación. UDELAR, 2006. pag. 119.

[31] FREGA, A. e ISLAS, A. Ob. Cit. pag. 240.

[32] PADRÓS, Enrique Serra. “A Consolidação do Terror de Estado. A Ditadura de Seguranca Nacional Uruguaya”. In: Como el Uruguay no hay... Terror de Estado e Seguranca Nacional. Uruguay (1968-1985): do Pachecato á Ditadura Civil-Militar. Porto Alegre, 2005. Tese de Doutorado em Historia. Universidade Federal do Rio Grande do Sul. pag. 420.

[33] TRIGO, Abril. Memorias migrantes. Testimonios y ensayos sobre la diáspora uruguaya. Montevideo, Trilce. Pag. 170.

[34] GONZÁLEZ, Carolina. La construcción de la identidad uruguaya. Montevideo, Taurus. 2001. pag. 21-22.

[35] TRIGO, Abril. Ob. Cit. pag. 170.

[36] FREGA, A. e ISLAS, A. Ob. Cit. pag. 243.

[37] BONFANTI, Daniele. “Población y territorio: familia, migración y urbanización”. In: FREGA, Ana (et. all.) Historia del Uruguay en el Siglo XX (1890-2005). Montevideo. Dto. de Historia del Uruguay de la Fac. de Humanidades y Ciencias de la Educación. UDELAR, 2006. pags. 230 y 231.

[38] Dos de ellas: una desde la sociedad civil y otra como política de gobierno son respectivamente el trabajo que viene realizando la ONG Idas & Vueltas junta a la Red Diáspora desde el año 2003; y la creación en setiembre de 2005 de la Dirección General para Asuntos Consulares y Vinculación: el “Departamento 20.

[39] Entrevista de Alejandra Presa. Abril de 2006.

No hay comentarios: